Robert Howard - Resumen de Las Espadas de la Hermandad - Parte I

Robert Howard - Resumen de Las Espadas de la Hermandad

Parte I


Dos hombres se enfrentaron en un duelo de espadas en la hierba, sir George Banway contra Jack Hollinster, combate que pareció parejo en avances y retrocesos, hasta que Jack encontró un espacio para entrar hiriendo a sir George. En ese momento sir Rupert el magistrado invitó a los duelistas a detenerse, diciendo que la herida era suficiente para dar por cumplida la satisfacción, llamando acto seguido al médico para que comprobara la herida. La satisfacción había sido solicitada tras un altercado en la taberna, en donde sir George calumnió el honor de Mary Garvin, ante lo cual Jack le arrojó un vaso de vino en su cara y le volcó una mesa encima. Jack dijo que la herida era leve y que el duelo debía ser resuelto con la muerte, mientras el medico invitaba a los duelistas a bajar las espadas, ante lo cual sir George entregó la suya a su padrino, al contrario de Jack quien no le entregó su espada a Randel, su joven padrino, y encaró a sir George jurando que la próxima vez que se vieran nadie lo podría salvar, dando media vuelta entonces y comenzando a caminar con su espada en la mano y raudo, ante el enfado de sir George lo intentó seguir, pero sus padrinos lo detuvieron susurrándole algo al oído.

Jack caminó hacia la playa en silencio junto a Randel, su amigo quien en el duelo cumplió el rol de padrino. Tras un trecho Jack rompió el silencio diciendo que el duelo no terminó como él hubiese deseado, que era atravesando el negro corazón de sir George, mientras Randel lo intentó calmar diciendo que ya lo había vencido, y agregando que debería olvidarse del asunto ya que sir George tenía influencias importantes por ser un noble, en cambió él sólo era el hijo de un capitán de barco retirado. Tras lo dicho, Jack le pidió que lo dejara solo para caminar por la costa y ver si la brisa marina era capaz de enfriar sus pensamientos, a lo cual Randel accedió. Y sucedió mientras Jack caminaba reflexionando en voz alta sobre su amor por Mary y su odio por sir George, que fue interrumpido por una voz, y al escucharla se giró echando mano a su empuñadura temiendo que se tratara de un matón enviado por sir George, viendo en su lugar una silueta oscura sobre un gran pedrusco, la cual se levantó echando su capa para atrás, dándose cuenta que se trataba de un puritano con dos pistolas y una espada en el cinturón. Jack se consideraba bueno en lo suyo, pero el extraño parecía ser mejor, pues con un sigilo extraordinario estuvo ahí sentado y él pasó por su lado sin notarlo, además, intimidaba, no por sus armas, sino porque su aspecto evidenciaba que sabía usarlas con experticia, se trataba sin dudas de un enemigo terrible.

El extraño se volvió a envolver en su capa y se sentó en el pedrusco, ante lo cual Jack preguntó quién era, identificándose el extraño como Salomon Kane, un ferviente siervo del Dios verdadero, un hombre de ningún lugar, aunque alguna vez fue de Devonshire. Tras la presentación, hablaron sobre el barco que desde hace días aparecía en el horizonte intermitentemente, especulando Kane la teoría de, ante la ausencia de un puerto en la localidad, que seguro el barco fondeaba en el límite del arrecife para pasar contrabando lejos de la vista de agentes de aduanas. Consultando Kane a continuación si sabía quién es Jonas Hardraker, conocido como Halcón de la Mar. Jack se sobresaltó con la pregunta, contestando que había escuchado historias en las cuales dicen que era un pirata temible, ante lo cual Kane se puso en pie diciendo que Dios guía sus pasos, en los cuales ha aliviado de sus vidas ajusticiando a muchos hombres perversos, tras lo cual el puritano se alejó con felinos movimientos quedando Jack mirándolo perplejo.


Jack despertó de un atormentado sueño esa noche tras volver a su casa de la playa, se incorporó en su cama, y vio una silueta al otro lado de la ventana, la cual al percatarse que despertó. Le hizo un sonido de silencio: “Shh”. Jack buscó su espada, fue a la ventana, y la silueta le dijo que secuestraron a Mary Garvin unos matones contratados por sir George, quien la engañó con una falsa nota en la cual se hizo pasar por él. Jack maldijo al escuchar la noticia diciendo que tenía previsto ser atacado, pero no creía que sir George sería tan truhan como para raptar a una muchacha indefensa. Acto seguido preguntó quién era él, respondiendo el hombre con una peculiar voz torpe que su nombre era Sam, que trabajaba en la taberna, y que vio cuando la raptaron, agregando que lo podía guiar a donde la tenían, ante lo cual Jack en lugar de contestar saltó al otro lado de la ventana.

La mansión de sir George Banway estaba a tres kilómetros del pueblo, en las orillas de la playa del lado contrario al que Jack tuvo su encuentro con Kane, sin un muro perimetral salvo unos árboles esparcidos, y tras la casa había unos paramos, y frente a la casa, la playa, y a un costado unas rocas grandes de las cuales se rumoreaba que existían cavernas subterráneas entre ellas.

Jack y Sam avanzaron sigilosamente, la bruma cubría la Luna y las estrellas, y la mar gemía como si fuese un monstruo dormido. El oscuro edificio se elevaba tenebroso rodeado por los árboles y setos, de los cuales debido a la bruma y oscuridad sus sombras parecían fantasmas. Y llamó la atención a Jack la ausencia de centinelas, puesto que todo parecía demasiado fácil, cuando una sospecha por su peculiar guía lo hizo voltearse, viendo que Sam le daba con una chiporra perdiendo el conocimiento por el golpe.


Al recuperar la conciencia estaba Jack en una bodega amplia con toneles y barriles hasta el techo, y poco iluminada por un farol que no alcanzaba a alumbrar las esquinas. Estaba tumbado y atado de pies y manos, rodeado de personas de las cuales reconoció a sir George y a Sam y a otros dos que había visto en la taberna, mientras los otros diez o doce eran desconocidos para él, quienes jugaban a los dados, bebían, hablaban con improperios, y estaban armados con puñales y pistolas, y vestían pantalones y camisas y pañoletas de marino, eran, piratas…



Resumen de Alberto Salgado.

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