Resumen de La Música de Erich Zann de Howard Phillips Lovecraft

La Música de Erich Zann

Howard Phillips Lovecraft


El narrador tiene gran un dilema, y es que no logra encontrar una dirección donde vivió un tiempo en sus años de universidad. Se trata de la Rue d’Auseil, que quedaba al otro lado de un río que detentaba un particular hedor, el cual se cruzaba por un puente empedrado, comenzando las casas a los bordes de una calle que se elevaba de modo abrupto, como una especie de población edificada en la ladera de un cerro… casas que tenían una peculiar arquitectura, debido a que algunas eran inclinadas y no rectas debido al detalle de la orografía.


Francia es vieja, pero la Rue d’Auseil parecía serlo aún más, ya que las casas estaban medio en ruinas, y la mayoría de los residentes eran ancianos de comportamiento reservado. Y él, por esos tiempos era un miserable, a quien solían desalojar de las pensiones que alquilaba por no poder pagar la renta, por lo cual, su condición económica lo hizo buscar un alojamiento barato, y allí en la Rue d’Auseil encontró la pensión más económica de toda la ciudad. Y su problema, es que desde cuando dejó de vivir en la Rue d’Auseil, jamás pudo volver, como si aquel lugar hubiera desaparecido o como si nunca hubiese existido. Y tras presentar este dilema, el narrador comenta en este relato lo que vivió en la Rue d’Auseil, o, lo que cree haber vivido ahí.



La pensión tenía cinco pisos, más algo que se podría considerar como un sexto en el entretecho. Los residentes estaban alojados hasta el tercer piso, por lo cual decidió arrendar una habitación del quinto para no ser interrumpido por ruidos molestos en sus jornadas de estudio, sin embargo una vez instalado las cosas no fueron como pretendía, ya que el entretecho estaba ocupado por un músico que dormía de día y tocaba de noche, un violinista. Pero el detalle de la música no lo incomodó, sino que lo inundó de curiosidad por su majestuosa técnica. Con los días se enteró que el músico era un viejo de nacionalidad alemana quien vivía solo, era mudo, y su nombre era Erich Zann. Y tras una semana de vivir en aquella pensión, cuando se lo topó en persona, le llamó la atención su apariencia… bajo de estatura, delgado, algo encorvado, canoso, casi calvo, de ojos azules, y ropa harapienta. Esa noche cuando lo conoció, le pidió que lo invitara a ver un recital, a lo cual el viejo asintió con la cabeza. Su habitación tenía una única ventana con cortina, y no había muebles, sólo una cama, una estantería, un lavamanos, una mesa, y tres sillas. El viejo cerró la puerta, encendió una vela, y lo invitó a sentarse brindándole un recital de casi una hora, y la experiencia fue tan magnifica que a partir de esa jornada comenzó a subir para disfrutar de recitales todas las noches, ya que la música de Erich Zann no tenía comparación con nada que conociera, pues sus melodías parecían mágicas y lo hacían imaginar a faunos danzando como sombras a la luz de una vela.


Pero todo terminó, y terminó mal, una noche cuando cometió dos errores que hicieron al viejo molestarse. Que fue por un lado, comenzar a imitar la parte de una melodía silbando, e intentar abrir la cortina de la ventana. Por esas dos acciones desafortunadas, el viejo lo echó diciéndole que se mudara del quinto piso y jamás volviera… ¿Pero cómo hizo eso?, si era mudo. El viejo tenía un librito de notas, así que cuando quería decir algo… lo escribía.


Ah… y había olvidado comentar que desde la ventana, que en teoría no debería dar a ningún lugar, se escuchaban ruidos extraños, y el viejo se desconcentraba mirando a momentos en esa dirección como si alguien o algo fuera a aparecer en cualquier momento desde allí.


Al día siguiente de aquel incidente se mudó al tercer piso, pero obsesionado por la música, comenzó a subir todas las noches en silencio para escuchar los recitales desde detrás de la puerta. Pero las cosas desde entonces comenzaron a cambiar, porque cada noche la música sonaba más tétrica llegando a darle miedo. Y sí, llegando a estremecerse mientras escuchaba detrás de la puerta, ya que era una música imposible para un solo violinista, pues parecía como si una orquesta de elfos estuviera tocando junto a Erich Zann.


Y en su última noche en la Rue d’Auseil, sintió ruidos más extraños aún, y se alarmó al escuchar un grito, pues nada puede ser más estremecedor que escuchar el grito de un mudo, por lo cual comenzó a golpear. El viejo a tientas logró llegar a la puerta para abrir, lo invitó a sentarse con rostro de preocupación, le indicó que esperara, y se puso a escribir atropelladamente unas hojas, cuando de repente se comenzó a escuchar una música desde la ventana, la cual le deformó el rostro de terror al viejo provocando que dejara de escribir y tomara su violín para volver a tocar. De ese modo comenzó una batalla musical, una orgía de sonidos donde Erich Zann intentaba contrarrestar la música de la ventana con su violín, una batalla de sonidos que no parecían de este mundo, hasta que de repente el cristal de la ventana estalló apagando el viento las velas y haciendo que las hojas volaran por la habitación. Él intentó recoger las hojas, pero aquello era una empresa imposible en la oscuridad, así que descartó aquello, y en consecuencia con desesperación fue a la ventana para ver quién era el que estaba tocando desde el otro lado, estremeciéndose al ver que no había nadie… nadie, ni nada… sólo vació, una negrura total. No había noche estrellada ni luces de casas, solo vació, y desde aquel vació provenía esa música y ese viento. En ese momento, asumiendo que las cosas se tornarían peor, en lugar de lucubrar una explicación para aquel imposible fenómeno, fue a advertir a Erich Zann, pero el músico estaba como poseído, parecía estar muerto ya que no tenía signos vitales, sin embargo seguía vomitando rapidez, melodía, y violencia por toda la habitación con su violín.


Decidió escapar víctima del horror… bajó corriendo las escaleras, salió de la pensión, bajó por la calle, cruzó el puente, y siguió corriendo hasta… hasta que se detuvo al contemplar las estrellas y las luces de las casas, y al percatarse que esa noche no había viento, miró hacia atrás, y nunca más pudo volver a la Rue d’Auseil. Pues ese lugar desapareció, o jamás existió.




Resumen de Alberto Salgado.

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