Resumen de La Piedra Negra de Robert Howard - Parte III

Resumen de La Piedra Negra

Parte III

Robert Howard


Varias horas de caminata en ascensión había entre Stregoicavar y la ubicación del monolito, que estaba en medio de un claro rodeado de abetos. Y al llegar, de lejos, vio que el montículo efectivamente era negro, y media entre cuatro a cinco metros de altura. Y al acercarse, vio que tenía mellas en los bordes, como si alguien lo hubiera intentado destruir, e inscripciones semi borradas debido a lo mismo. Por lo destruido que estaba el montículo, no era viable identificar los caracteres, al menos hasta los dos metros y medio, ya que desde esa altura sí podían distinguirse bien. Trepó entonces para observarlos en detalle, y reconoció que no se parecían a ningún medio de escritura que conociera, aunque encontró un cierto parecido con unas inscripciones que vio en una columna de Yucatán en México. Y la composición del montículo, era extraña, ya que no parecía ser roca, y no estaba pintada sino que era de un material completamente negro.


Tras aquel primer examen volvió al pueblo, ubicó al sobrino del tabernero para consultarle sobre sus pesadillas, y sin ser muy claro, y evidenciando que algo no andaba bien en su perturbada mente, el joven en lugar de referirse al montículo, se refirió a un castillo negro ubicado en ese mismo lugar y construido al parecer con el mismo material que La Piedra Negra.


Entrevistó luego a otros locales, quienes reticentes, se negaban a hablar sobre La Piedra Negra, como sumidos en un severo e irracional temor por aquel lugar. Y de la única persona que sí obtuvo algo más de información, fue del profesor de la escuela local, quien le dijo que Stregoicavar era el nombre que hace cuatrocientos años le dieron sus refundadores al pueblo, y que antes de la invasión de Solimán los autóctonos la llamaban Xuthltan. Eso lo supo documentándose por cronistas turcos, quienes dicen que los autóctonos de la región poseían rasgos mongoles, haciéndolo aquello suponer que tal vez eran descendientes de los Hunos de Atila quienes invadieron la región hace mil quinientos años. Luego hablaron sobre Von Junzt, y le dijo el profesor que asume que los autóctonos pobladores de Xuthltan no construyeron el montículo, pues seguro este es mucho más antiguo que su cultura, y ellos lo ocuparon como centro de culto, y tal vez rituales que involucraban sacrificios humanos para dioses de nombres olvidados se llevaron a cabo allí.


Al llegar el 24 de junio, decidió volver a subir para ver La Piedra Negra, sin temor a convertirse en un tarado por aquello como el sobrino del tabernero o morir gritando en un manicomio como el poeta Geoffrey. No había mucho viento aquella noche, y la Luna bañaba el valle con su hechizo de plata, y antes de ingresar al bosque una gran tensión se cernió sobre él, como si las sombras lo acecharan, pero asumiendo que aquello era simple sugestión continuó avanzando, aunque deteniéndose cada pocos pasos para mirar temeroso a su alrededor. Cuando llegó al claro, se acercó a una piedra que su forma la hacía expedita para ser usada como una especie de asiento natural, y estando ahí, supuso que seguro Justin Geoffrey estuvo sentado en ese mismo lugar cuando escribió su poema. Entonces se acomodó allí, decidido a esperar hasta que algo sucediera, pero al poco ya sea por tensión o cansancio, lentamente sus ojos se fueron cerrando hasta que se quedó dormido.


Despertó con una gran tensión al sentir como si una mano se hubiera cernido sobre él, y al recuperarse de la sensación del desagradable modo en que despertó, miró hacia La Piedra Negra, y vio que una multitud de extrañas vestimentas y comportamiento estaban congregados en rededor del montículo. Y al observarlos con detención, reconoció que no eran los habitantes de Stregoicavar, y por su salvaje aspecto supuso que eran descendientes de los habitantes originales de Xuthltan, quienes durante cuatrocientos años habían vivido ocultos y aún mantenían vigentes sus antiguas tradiciones. Situación ante la cual, sin temor a lo que esos salvajes le harían o podrían hacerle si detectaban su presencia, se centró en observar los detalles del ceremonial que estaban llevando a cabo. La gente formó un círculo alrededor del montículo, alzaron sus brazos, y comenzaron a entonar cánticos como si estuvieran invocando algo, y lo más curioso es que eran más de cien personas cantando a menos de cincuenta metros de su ubicación, pero él escuchaba los cánticos como murmullos provenientes de mucha más distancia.


Los sectarios luego instalaron una especie de brasero del cual se elevó un imposible humo de color amarillo, y una vieja con aspecto de hechicera comenzó a tocar un tambor con golpes de mano, y distinguió a un bebe desnudo en el suelo. Luego, una mujer se desnudó cerca del montículo, y comenzó a danzar en el espacio que había entre La Piedra Negra y el circulo de los congregados, como siguiendo el ritmo de los golpes del tambor de la vieja hechicera. Y un hombre, el más intimidante del grupo, alto y fornido, vestido con pieles de animales y usando una máscara de lobo, empuñando un palo con forma de garrote comenzó a seguir a la mujer desnuda castigándola. Ella danzaba siguiendo los golpes del tambor, y el hombre con cabeza de lobo la perseguía golpeándola, y cuando el castigo fue demasiado, la mujer, sangrando, se arrastró hasta abrazar el montículo, y ahí el hombre con cabeza de lobo fue donde ella para rematarla con más golpes del garrote, luego alzó al bebe con brusquedad y lo estrelló contra el monolito dejando una horrenda mancha de sangre impregnada, y luego abrió su cadáver con las manos y arrojó sus restos al brasero.


En ese momento, todos callaron, y de la cima de La Piedra Negra vio aparecer una silueta que al observarla bien la reconoció como un sapo, o algo parecido a un sapo de aspecto humanoide pero más grande que un humano. Los presentes comenzaron a adorar al monstruo entonces, y el hombre con cabeza de lobo alzó el cadáver de la mujer muerta a garrotazos, y la criatura comenzó a descender del montículo, aparentemente con intenciones no agradables de presenciar en dirección al cadáver de esa mujer, momento en que ante la impresión por lo que estaba viendo se desmayó sobrepasado por el horror…




Resumen de Alberto Salgado.

Publicar un comentario

Post a Comment (0)

Artículo Anterior Artículo Siguiente