La Cosa Maldita
Parte I
Ambrose Bierce
En una cabaña, de noche, poco iluminada por una vela, sobre una mesa habÃa un cadáver tendido boca abajo cubierto parcialmente con una sábana. En rededor, siete hombres estaban sentados, seis de ellos, vecinos del sector, con aspecto de granjeros y leñadores, en silencio e inmóviles, y el séptimo hombre, de aspecto distinto, distinguido, era el juez, quien leÃa a la luz de la vela un cuaderno que pertenecÃa al muerto.
Al poco la puerta se abrió e ingresó un joven, lleno de polvo ya que al parecer habÃa cabalgado mucho, quien no era de la montaña, “tenÃa aspecto de ser citadino”, quien saludó a los congregados. Sólo el juez le respondió el saludo, y luego el joven se disculpó por haberlos hecho esperar, argumentando que habÃa llevado al periódico su relato. Seguidamente dijo que traÃa una copia de su manuscrito, enseñándosela al juez para que formada parte de su testimonio.
Tras un instante, dijo el juez que procedieran con la investigación, y entonces todos se pusieron en pie para que el joven prestara juramento y comenzará, primero, “luego de su juramento”, contestando preguntas como… me llamo William Harker, tengo 27 años, y sà conocà al difunto Hugh Morgan, y estaba cerca de él cuando murió. Y luego, dando su testimonio…
Dijo que conoció al difunto, motivado porque lo encontró una persona interesante, asà que pretendÃa conocerlo más para usarlo como modelo de un personaje de su novela pues el joven William era escritor. El juez le pidió después que le comentará las circunstancias de su muerte, diciendo William en respuesta, consultando sus notas, que tras charlar una noche con él, al amanecer salieron de su casa para cazar codornices con escopeta, y en la jornada tras pasar una zona de maleza y llegar al otro lado del cerro, escucharon algo cerca como un animal entre los arbustos, lo cual los preocupó debido a que no portaban rifles sino sólo escopetas con perdigones, asà que nada podrÃan hacer si se trataba de un animal salvaje y los atacaba. Por consiguiente, él no sabÃa qué hacer, y consultó la opinión de Morgan, contestando este mientras preparaba su escopeta que habÃa una cosa maldita cerca, delante de ellos, momento en que los arbustos dejaron de moverse y el ruido cesó, cuando vieron que la avena que flotaba en el lugar se comenzó a desplazar de modo inexplicable hacia ellos, pero no las partÃculas de avena, sino el aire. Y agregó, que no sintió necesariamente miedo en aquel momento, pero sà se sintió alterado por aquel insólito fenómeno, ante el cual, Morgan, visiblemente más afectado que él, disparó contra el cereal. Acto seguido Morgan tiró la escopeta y se fue corriendo, momento en que algo, como una sustancia invisible lo embistió a él con mucha fuerza haciéndolo perder la conciencia al caer.
Al recuperar la conciencia, escuchó a Morgan gritando como si agonizara, y al mirar en dirección a los gritos lo vio a unos treinta metros, de rodillas, vÃctima de convulsiones en todo su cuerpo, con su brazo derecho levantado del cual le faltaba la mano, y también vio que su otro brazo, el izquierdo, habÃa desaparecido. Todo sucedió en segundos, por lo cual no pudo percatarse bien de más detalles, y sin saber qué hacer ante los gritos de Morgan, finalmente en un segundo de conciencia decidió correr a ayudarlo, o al menos a intentarlo, pero llegó tarde, ya que mientras se acercaba lo vio desplomarse y caer inerte. Y en ese momento con temor, vio como ese misterioso movimiento de avena se alejaba del cadáver de Morgan rumbo hacia los lindes del bosque…

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