Resumen de La Torre del Elefante
Parte III
Robert Howard
Conan comenzó a descender hasta llegar a una puerta de marfil, y como no escuchó sonido alguno, la abrió e ingresó, viendo una gran habitación con olor a incienso donde al fondo habÃa la estatua de un Ãdolo sentado en un altar de mármol. Se horrorizó el cimmerio ante el Ãdolo ya que su cabeza era deforme, de grandes orejas y colmillos sobresalientes y una cola gruesa en lugar de nariz. Se ajustaba esa cabeza a la de un elefante según la descripción que manejaba, pero sobrepuesta en un cuerpo humano, y sus ojos estaban cerrados. Comenzó entonces a reflexionar sobre aquel Ãdolo, cuando se percató que no era una estatua sino un ser viviente ya que comenzó a moverse. Quedó paralizado de impresión el cimmerio ante aquello, y se percató luego de unos segundos que el monstruo era ciego, comenzando a retroceder lentamente hasta que el ser le habló.
Consultó el ser si se trataba de Yara quien habÃa vuelto para torturarlo, y Conan al fijarse en sus extremidades se percató que además de ciego el ser también estaba lisiado, seguro a causa de torturas, cambiando su temor por el ser en compasión. “No soy Yara, sólo soy un ladrón”. Dijo Conan. Acto seguido el ser le pidió al cimmerio que se acercara, y Conan accedió al no percibir una amenaza, y el ser con su trompa lo tocó para “verlo” por medio del tacto. Dijo el ser tras tocarlo que percibÃa muerte en sus manos. “La araña de arriba y un león en el jardÃn”. Dijo Conan. “También mataste a un hombre esta noche, y arriba hay otro cadáver vÃctima de la araña”. Dijo el ser.
Conan estaba impresionado por la asombrosa segunda visión del ser, al momento que este le dijo que a sus ojos era un monstruo, pero para él los humanos también eran monstruosos de aspecto, ya que él no era de este planeta y la vida adopta distintas formas a lo largo del universo. Y agregó que no es inmortal, pero su raza vive milenios, y que llegó a este mundo desplazándose por algo que humanos interpretarÃan como alas junto a otros de su especie, de donde no pudieron luego partir por la pérdida de sus, “alas”. En la actualidad sólo él quedaba vivo, y vivÃa en las selvas de Khitai y siendo venerado como un dios, hasta que llegó Yara como un brujo de poca monta queriendo aprender más de magia y ser su aprendiz, pero él nunca estaba conforme y siempre querÃa saber más, hasta que un dÃa con argucias aprendidas en Estigia lo engañó sometiéndolo y convirtiéndolo en su esclavo, trayéndolo a Zamora, donde se vio obligado a construirle aquella torre con su magia en una sola noche, lugar donde lo comenzó sistemáticamente a torturar y atormentar para que asà le desvelara más secretos, y de ese modo habÃan transcurrido siglos, pero, no le habÃa desvelado todos sus secretos, aún le quedaba uno, el cual se lo pretendÃa desvelar en ese momento con la ayuda del cimmerio.
Conan no se percató que estaba al lado del Corazón del Elefante por la impresión que le dio toparse con aquel ser y las cosas que le contó, hasta que el ser se la indicó sobre un altar. Y la ayuda que el ser le solicitó, fue que lo matara, le arrancara su corazón, y vertiera su sangre sobre la joya, y que luego bajara hasta la habitación de Yara, depositara la joya delante del brujo. Y le dijera: “Yag-kosha te ofrece un último encantamiento”. Y eso era todo. Y agregó, el consejo de que se marchara de la torre tras cumplir su encomienda pues esta caerÃa.
Conan dudó, debido a que en esos breves minutos sintió además de compasión, apreció por el ser, pero al final aceptó ya que el ser lo convenció informándole que su vida y su muerte no eran equivalentes a la vida y la muerte de un humano, y su encomienda más que acabar con él lo ayudarÃa y liberarÃa para que volviera a levantarse. Conan hundió su espada en consecuencia donde el ser le indicó, muriendo este, al menos según el parámetro que el cimmerio entendÃa la vida. Le extrajo entonces su corazón, que era de forma distinta a la de un humano, lo posicionó sobre la joya, apretó, y la sangre cubrió la joya, sin embargo esta no siguió bajando sino que fue absorbida por la joya como si fuese una esponja. Acto seguido siguiendo con la indicación del ser, tomó la joya y comenzó a descender las escaleras, deteniéndose ante una puerta con una calavera de plata, la abrió, oteó, y vio reclinado en un lecho a Yara quien reposaba con los ojos abiertos como sumido en abismos nocturnos más allá de la percepción humana. Conan despertó al brujo a viva voz, y al consultar Yara quién era y qué hacÃa en su recamara, el cimmerio cumplió su encomienda depositando ante él la joya. Y diciendo: “Yag-kosha te ofrece un último encantamiento”.
Yara se levantó retrocediendo espantado y la joya comenzó a palpitar como si fuese un corazón, y al recuperar el valor el brujo la tomó y comenzó a escudriñar su interior. Conan se restregó los ojos dudando de sus sentidos, pues creyó que era una ilusión ya que le pareció que el brujo poco a poco comenzó a empequeñecer, pero sin dejar de aferrar la joya como si estuviese atrapado por ella, hasta que la tuvo que soltar pues se convirtió en una criatura diminuta como una rata pareciendo la joya a su lado como una montaña. Y Yara intentó escapar, pero por una influencia casi magnética no lo consiguió siendo absorbido por la joya. Conan observó dentro de la joya entonces, y vio al brujo como nadando en una mar tempestuosa, cuando de pronto apareció otra figura, una con cuerpo de humano y cabeza de elefante, era el ser que habÃa “matado”, Yag-kosha, pero ya no era ciego ni tullido sino atlético y se desplazaba como volando por unas majestuosas alas. Yara intentó huir desesperado, pero el ser lo alcanzó, y entonces la joya se desvaneció como en una especie de estallido luminoso.
Al ver eso Conan huyó del lugar descendiendo por las escaleras, temeroso por lo que habÃa presenciado ya que recelaba de toda manifestación sobrenatural, y al llegar al principio de la escalera se encontró con una sala grande, era el cuarto de los guardias, quienes yacÃan muertos, todos, por alguna causa inimaginable para él. Entonces salió a los jardines por la puerta, y al alcanzar distancia miró hacia atrás, viendo que la Torre del Elefante se desplomaba ante los primeros rayos de luz del amanecer.
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