Resumen de La Sonrisa del Ghoul de Robert Bloch - Parte II

Resumen de La Sonrisa del Ghoul

Parte II

Robert Bloch


Al día siguiente, preparándose para la incursión en el cementerio estuvo revisando su ejemplar del “Cultes Des Ghoules” del conde D’Erlette. Aunque tal vez, ese ejercicio puede haberle jugado en su contra, o sea que en lugar de prepararlo, puede haberlo predispuesto a… Bueno, eso lo veremos al final.


Aquella noche fue con botas altas, una chaqueta gruesa para el frío, un casco de minero, y una lámpara. Llegó primero, y a los minutos se apersonó el profesor Chaupin, y tras saludarse y luego de un breve intercambio de apreciaciones, comenzaron a recorrer el cementerio, el profesor en cabeza y él detrás a la expectativa. Al llegar al camino rodeado de árboles, el profesor identificó el mausoleo, quitaron las cadenas que aseguraban la puerta, y una vez dentro como si Chaupin conociera el lugar de memoria ubicó una palanca oculta a simple vista, y al moverla se abrió un pasaje secreto. Con lo ya confirmado, era suficiente, pero él continuaba incrédulo, asumiendo que por alguna razón alejada de cualquier circunstancia insólita, conocía el profesor ese pasaje que era una simple guarida, un escondite de tal vez… fugitivos, rufianes, bandidos.


El profesor ingresó, llegó a los escalones, comenzó a descender, y él lo siguió, aunque con temor, pero no a monstruos sino a un posible asalto y sus consecuencias. El hedor del aire era repugnante, pero no como si hubiera algo podrido allí, sino como si todo ese lugar estuviera podrido, ¿Cómo podría alguien vivir ahí?, pues ese aire era casi irrespirable. Fue un descenso pesadillesco, se estaban introduciendo en lo desconocido, y secretos que mejor sería si no fueran desvelados aguardaban en cada rincón. Él iba aterrado, al borde del abismo del pánico, pero el profesor en cambio a pie seguro avanzaba con resolución.


De repente comenzaron los ruidos… Él deseó que ojalá fueran ratas, pero cuando estas se comenzaron a cruzar por su camino no fue tranquilizador ya que eran demasiado grandes, ¿Qué comerían para tener ese tamaño?… mientras el profesor caminaba como poseso y parecía conocer demasiado bien ese camino, diabólico camino que no conducía a nada bueno, y que no debe haber sido construido para nada sano, ¿Y quién lo habrá construido?, y otro detalle es que no había polvo en el camino, lo que indicaba que este era usado regularmente.


El camino terminó de modo abrupto en una cueva, y una luz azulada fosforescente como ultravioleta de no identificable origen había en el lugar. Estaban rodeados de estalactitas y estalagmitas, y algunos pilares anchos improvisados. Él temblaba, arrepintiéndose de haber cometido la insensatez de descender hasta aquel lugar, cuando le murmuró el profesor que no se moviera ya que estaban rodeados, los estaban acechando, y después de unos segundos abisales de eternidad, el profesor Chaupin le dijo que lo esperara ahí y se perdió entre las tinieblas de más allá del azul fosforescente. Y no sabe si lo peor de la jornada fue estar solo ahí, expectante, oteando los rincones, o cuando el silencio se rompió por gritos desconsoladores y frenéticas pisadas entre las sombras. Dio media vuelta al comenzar a escuchar los gritos, y corrió, y corrió, y corrió, desesperado, tan veloz como su cuerpo se lo permitió. Y escuchaba que algo, que bajo ningún concepto podía ser humano, corría tras de él, y de repente el perverso perseguidor comenzó a aullar entretejiendo sus aullidos con una risa frenética y espantosa. Corrió lo más rápido que le fue posible, y llegó al intensificar su sentido auditivo a reconocer que estaba siendo perseguido por más de una criatura, y al llegar a la entrada mientras trababa la puerta, pudo ver el rostro del primero de sus perseguidores…



Nunca podrá olvidar lo que vivió ahí, su estabilidad mental murió esa noche, quedó desestabilizado de por vida, y ahora no se atreve siquiera a suicidarse, ya que teme a ser enterrado cerca de esas cavernas, ahora que conoce el destino de algunos cadáveres al ser enterrados, y todos los días escucha la risa de su perseguidor, y cuando intenta compensar el sueño al cerrar sus ojos ve su rostro, ¿Qué habría sucedido si lo hubiesen atrapado?, pues era el profesor Chaupin, o al menos, parte de él, quien se había convertido en un ghoul.




Resumen de Alberto Salgado.

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