Resumen de El Templo II de Howard Phillips Lovecraft

Resumen de El Templo II

Howard Phillips Lovecraft


Permanecieron en la zona, pues tenían información que el buque de línea británico Dacia pasaría por ahí, hasta que el 28 de junio recibieron la orden del alto mando alemán de volver a repostar al puerto de Wilhelmshaven, así que se dirigieron hacia el Noreste, pero al poco una explosión en la sala de máquinas que llevó a la muerte a los marinos Raabe y Schneider, los hizo perder combustible y la capacidad de maniobrar, así que quedaron a la deriva rumbo Sur, lo que quiere decir que si otro submarino alemán no los rescataba, algo técnica y prácticamente imposible, morirían todos abordo del U-29. El 2 de julio divisaron un barco de guerra estadounidense, pero pese a las súplicas de sus hombres, él se negó a rendirse, ya que la guerra en la mar es una cuestión de honor donde vences o mueres en tu barco, y eso de rendirse o ser capturado es algo indigno, pero los seis marinos que aún estaban vivos quedaron resentidos debido a ello ya que no compartían su concepción del honor, así que iniciaron un motín el 4 de julio, ante el cual el narrador, un severo prusiano, resolvió el motín con seis balas, quedando de ese modo sólo con el teniente Klenze, dispuestos a esperar el fin en aquel submarino que se convertiría en su tumba.


Siguió entonces el U-29 a la deriva rumbo Sur y descendiendo poco a poco, situación ante la cual comenta que se sintió orgulloso en aquel momento, ya que moriría como un honorable soldado de la armada alemana, pero también que comenzó a sospechar que la figura tal vez sí estaba maldita… debido a los delfines. Es que resulta que una banda de delfines desde el 20 de junio que estaba siguiendo al submarino, los marineros decían que eran demonios de la mar reclamando que se les devolviera la figura, pero él encontró que aquello era algo absurdo, sin embargo en ese momento al percatarse que los delfines no subían a tomar aire a la superficie como sería lo normal para un mamífero acuático, y que continuaban siguiendo al submarino hacia las profundidades, lo hizo asumir que tal vez esas criaturas no eran delfines, además que al parecer sus cuerpos no se veían afectados por la presión de la mar, y curiosamente la estructura del submarino tampoco parecía sufrir la inclemencia de la presión que a esos niveles de profundidad debían ser altos.


El 9 de agosto llegaron al fondo del océano, y el 12 de agosto el teniente Klenze, que llevaba días desvariando, pues había caído víctima de las mismas supersticiones de la fallecida tripulación, decidió entregarse a la mar. Y el narrador, no lo evitó, debido a que también se había convencido que la figura algo anómalo tenía, por lo cual se sentiría mejor si el teniente, en evidente estado de locura, se la llevaba, para así poder esperar su muerte en paz.


Una vez libre del teniente y la figura, al mirar por la torreta, iluminando con el foco del submarino vio edificaciones, percatándose de ese modo que había caído en medio de una ciudad en el fondo de la mar, haciéndolo lucubrar que tal vez podía ser la mítica Atlántida, ya que vio casas, calles, y estatuas, pero al ver puentes, entendió que alguna vez aquella ciudad fue parte de la superficie. Y cayó luego en oscuras reflexiones, al percatarse que los detalles arquitectónicos eran helénicos, y que las estatuas y frisos se componían por motivos similares a los de la figura de marfil, y conoció el horror al ver en medio de la ciudad un templo ciclópeo e intimidante por sus monumentales dimensiones.


Ante aquel descubrimiento, asumiendo que las cartas de su destino estaban echadas, decidió aplazar el dejarse morir, y motivado por una curiosidad arqueológica se equipó con implementos de buceo para explorar las ruinas. Así lo hizo entre el 16 y el 18 de agosto, y a pesar de estar en el fondo oceánico, su cuerpo no se destrozó como debería por la presión de la mar, y pudo incluso desplazarse de forma expedita, pero no entró al templo debido a que no tenía una luz portátil, o dicho de otro modo, sólo podía explorar los lugares iluminados por el foco del submarino.


Y este relato concluye entre el 19 y el 20 de agosto, día en que el narrador dice que se acabaron las baterías generadoras de luz, y que no sabe si está alucinando o no ya que entre la oscuridad cree estar viendo rostros asomándose por las ventanillas… ¿Quiénes eran?, ¿Serían tal vez esos delfines que no eran delfines?, y no sólo eso, ya que además dice estar viendo luces desde el interior del templo y escuchando cánticos ceremoniales provenientes desde allí mismo, y aunque borrosas, cree también estar viendo figuras desplazándose como sombras delante de esa luz misteriosa… ¿Cómo es eso posible?… ¿Alguna inteligencia vive ahí capaz de generar luz artificial?, ¿O se trata de algo más siniestro que emite aquel resplandor mediante alguna desconocida brujería?, ¿O nada es real y se está imaginando todo en su mente que ha dejado de operar con normalidad?


Sintió temor, revisó su revolver planteándose el suicidio, pero al final cambió de idea, ya que asumiendo que como oficial alemán no podía acobardarse, decidió enfrentarse a lo desconocido y morir con dignidad y valor, comenzando a prepararse para salir una última vez del submarino a explorar el interior del templo, decidido a morir víctima de lo que sea estuviera emitiendo esa luz y ese sonido, o de asfixia cuando se le acabara el oxígeno en caso que nada fuera real. Entonces comenzó a escribir antes de salir a explorar una última vez, este documento en el cual termina comentando que lo introducirá dentro de una botella, y se la entregará a la mar para que suba a la superficie como un testimonio de todo lo que vivió en sus últimos días de vida.



De ese modo la escotilla del U-29 se abrió una última vez, y mientras la botella con el manuscrito comenzó a ascender hacia la superficie, el capitán de marina Karl Heinrich Graf Von Altberg Ehrenstein, fue a enfrentarse a los misterios y horrores de… El Templo.




Resumen de Alberto Salgado.

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