Resumen de La Torre del Elefante de Robert Howard - Parte I

Resumen de La Torre del Elefante

Parte I

Robert Howard


Nos encontramos en Arenjun, una ciudad de Zamora conocida como La Ciudad de los Ladrones, ya que muchos de quienes viven ahí conciben el robo como un arte, a nivel que de otras ciudades vienen personas a Arenjun a aprender de aquel arte o a mejorar en dicho, arte, lo cual, “me refiero a los extranjeros”, se puede reconocer fácilmente por la apariencia, ya que los zamorios son personas de piel oscura y cabellos y ojos negros.


En Arenjun hay zonas con mucha juerga y ruido, sobre todo nocturno, y las calles son tortuosas y varias están sin empedrar, sucias y con basura, y las peleas entre personas que no consiguieron entenderse bien con palabras a causa de la bebida son parte del paisaje cotidiano.


Y sucedió aquella noche, en un suburbio conocido como El Maul, el cual era peligroso y evitado por personas decentes, en una taberna que hedía a cuerpos sudorosos y vino rancio, en la cual ladrones, damas de compañía, y secuestradores, se emborrachaban cantando y golpeando las mesas y riendo con efusividad, que un secuestrador y traficante de personas venido de Koth, a viva voz mientras bebía cerveza relataba sus trabajos recientes y venideros, como por ejemplo que hace poco había secuestrado a una señorita brythunia y se la vendería a un conde de Ophir por trescientas piezas de plata. Y luego de un nuevo sorbo de cerveza, dijo el kothiano que conocía a personas que por una señorita tan hermosa como esa, develarían el secreto de la Torre del Elefante.


Volvió el kothiano a su cerveza tras decir lo último, cuando alguien tocó su hombro por detrás, provocando que se voltease y viera a un joven alto y atlético de melena negra y ojos azules. Consultó el forastero: “Mencionaste la Torre del Elefante, ¿Cuál es su secreto?” Contestó el kothiano: “Todos saben que allí vive el brujo Yara con una joya llamada Corazón del Elefante, y ese es el secreto de su poder”. A lo cual dijo el forastero tras reflexionar un instante: “He visto esa torre, está circundada por un jardín y unos muros perimetrales, pero no vi centinelas y los muros parecían fáciles de escalar”. Agregando la pregunta: “¿Por qué nadie ha robado esa piedra preciosa?” El kothiano se comenzó a reír de la ingenuidad del joven forastero junto a los demás presentes que escuchaban la conversación. Y preguntó: “Supongo eres un bárbaro del Norte, y por eso te planteas la locura de robarle a Yara”. “Soy cimmerio, y mi nombre es Conan”. Respondió el extranjero. El kothiano no prestó atención a la presentación del joven, y le dijo que Arenjun está llena de ladrones avezados, y que si la joya no ha sido robada, es porque no hay un modo de hacerlo. Explicándole que los jardines están custodiados por brujería, y que en el primer piso de la torre hay guardias armados, y que la joya está guardada en la cima de cincuenta metros de altura y lisas paredes, así que es una empresa imposible, y ante el silencio del joven y burlas de los presentes. Consultó el kothiano: “¿Cómo lo harías?” Respondiendo el joven: “Siempre hay un modo, si el deseo está unido al valor”.


Esas palabras el kothiano las tomó como un insulto personal poniéndose rojo de ira, ante lo cual levantándose increpó y empujó al joven cimmerio, encendiendo aquello también la ira en Conan que empujó de vuelta al kothiano quien cayó de espaldas en la mesa derramando las jarras de cerveza.


Y es que, las personas civilizadas son menos amables que las personas salvajes porque saben que pueden ser más descorteses sin correr el riesgo de que les rompan la cabeza, y sucedió que el kothiano era una persona civilizada, así que no midió consecuencias de aquella situación que pudo ser resuelta de buen modo si hubiese sido amable, pero ya era tarde para eso, ya que el cimmerio asumiendo que el tiempo de las palabras y empujones había acabado, desenvainó su espada, y el kothiano tuvo que hacer lo mismo. Mientras que los congregados en la taberna, conocedores de lo que significa cuando dos hombres enfadados desenvainan sus espadas en Arenjun, se levantaron para apartarse algunos o huir fuera de la taberna otros, pues, cuando dos hombres desenvainan sus espadas, sólo uno la vuelve a envainar, y en el intertanto cualquiera que se encuentre cerca podría pasar un mal momento de modo colateral. Y sucedió entre los bruscos movimientos de los congregados, que las pocas velas que iluminaban la taberna se apagaron dejándola toda a oscuras…



Se escucharon ruidos en la oscuridad, de pasos, de correteos, de personas chocando con cosas, de amenazas, de maldiciones, hasta que de repente… se escuchó un gemido agónico, y luego hubo silencio.


Al poco cuando alguien volvió a encender una vela, entre el desorden de sillas y mesas, vieron los contertulios que el kothiano yacía tendido en el suelo, muerto, y que el cimmerio había desaparecido…




Resumen de Alberto Salgado.

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