Resumen de Calaveras en las Estrellas de Robert Howard - Parte II

Resumen de Calaveras en las Estrellas

Parte II

Robert Howard


La cabaña del viejo Ezra, medio en ruinas y mohosa, estaba junto al camino en el centro del pantano el cual estaba infestado de reptiles, y semi oculta entre sombríos árboles que la flanqueaban.


Salomon Kane llegó allí con los brazos y piernas vendadas, ropas rasgadas, y detrás de él un grupo de aldeanos. Ezra era un viejo reservado y de ojos sin vida, y al salir al encuentro de sus inesperadas visitas, preguntó qué querían. Kane le preguntó al viejo dónde estaba su primo Gideón, a lo cual el viejo contestó que se internó un día en el pantano y jamás regresó, por lo cual especula que murió tal vez atacado por animales. Ante dicha respuesta, Kane preguntó cuándo sucedió eso, llevándose por respuesta del viejo Ezra que hace un año.


En ese momento Kane le dijo que al poco de la desaparición de su primo, un campesino fue atacado por un espectro al cruzar los páramos muriendo despedazado, y a partir de entonces muchos que han cruzado el páramo de noche han muerto de esa misma forma, agregando que anoche él fue testigo de la muerte de un viajero víctima de aquel espectro quien murió a sus pies.


“¿Por qué me cuentas eso?” Consultó el viejo Ezra. “Luché contra ese espectro al lado del cadáver de aquel desventurado, y gracias a que los poderes del bien y la luz estaban de mi lado, sobreviví”. Contestó Kane. Agregando luego que antes de huir, o, que lo dejara ir, el espectro le murmuró su espantosa verdad. Y que tras de aquello volvió a la aldea a difundir dicha verdad, la cual podría al fin librar del mal a la región.


Tras un tenso silencio, Kane le dijo al viejo Ezra que los acompañara al roble podrido del páramo, ante lo cual el viejo gritó e intentó huir, pero dos aldeanos fuertes lo alcanzaron, lo redujeron, lo amarraron, e iniciaron así la procesión, llegando al roble podrido del páramo mientras el Sol se ponía en el horizonte.


Dijo Kane al viejo Ezra entonces, que hace más de un año trajo él a su primo y lo asesinó en ese mismo lugar de noche. El viejo Ezra dijo en su defensa que no tenía cómo probar esa mentira, ante lo cual Kane no le contestó, sino le dijo unas palabras al oído de un joven, quien tras escucharlas trepó al roble podrido y desde lo alto extrajo algo y lo dejó caer al suelo, para espanto del viejo Ezra quien gritó desesperado pues se tratada de un cráneo partido.


Kane le dijo que el espectro contra el cual luchó le contó eso, porque se trataba de Gideón, quien volvió de El Otro Lado para vengarse de quien lo asesinó, pero al no encontrar a su verdugo comenzó a atacar a todo mortal que se acercara de noche al roble donde yacía su cráneo. Luego increpó al viejo Ezra, con que a sabiendas de lo que sucedía en el páramo, guardó silencio cuando las muertes comenzaron, pues no le importó el destino de otros si el suyo estaba a salvo de la ley humana mientras nadie conociera su crimen, y también de la amenaza de El Otro Lado mientras no se acercara al páramo. Finalizando con que, la amenaza al fin terminaría, pues la justicia por el asesinato de Gideón devolvería al fin la paz a la región.


Tras lo dicho, el viejo Ezra entrando en una crisis suplicó la muerte reconociendo el crimen y aceptando la pena que era su ejecución, implorando la horca o una bala, o incluso la hoguera, lo que sea, cualquier cosa, menos, enfrentarse al maligno espectro. No tuvo efecto su suplica, lo amarraron al tronco del roble, y lo dejaron a su destino mientras anochecía, y ante los gritos del viejo Ezra a cada paso más lejanos. Quien gritaba: “¡Muerte!, ¡Muerte!, ¡Hay calaveras en las estrellas!” Alzaron ellos la mirada, viendo que la Luna se alzaba como una calavera entre las estrellas.



Durante esa noche se escucharon ecos extraños desde el camino del páramo, y una horrenda silueta se vio huyendo hacia la cara de la Luna perseguida por una sombra flotante, y en un momento las formas se funcionaron ante la luz lunar, y desaparecieron, y se escuchó una terrible carcajada desde el páramo.




Resumen de Alberto Salgado.

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