Resumen de El Signo Amarillo de Robert Chambers - Parte III

El Signo Amarillo

Parte III

Robert Chambers


Despertó alarmado ya que volvió a tener el mismo sueño de la noche anterior, pero procuró olvidarse de aquello ya que pronto llegaría Tessi. Y luego, cuando la joven llegó, no pudo iniciar la sesión de trabajo debido a que ella no quiso desnudarse. Antes, nunca tuvo problemas en posar desnuda, pues se trataba simplemente de trabajo, pero ahora, después de haber comprendido que amaba al caballero con quien más encima se había besado, sentía pudor. El narrador asimiló con empatía la situación, así que decidió dejar de trabajar en la obra iniciada el día anterior y comenzar una nueva en la cual Tessi posaría luciendo un vestido, pero antes de comenzar esa nueva obra le regaló una cadenita de oro con una cruz, y Tessi al recibirla dijo que también le tenía un regalo, entregándole una cajita en cuyo interior había un broche con un extraño símbolo amarillo. Le preguntó el narrador de dónde lo sacó, y Tessi le contestó, que se lo había encontrado precisamente el mismo día cuando tuvo su primer sueño con la carrosa fúnebre.


La jornada transcurrió sin novedad, y al día siguiente, segundo de trabajo en la obra de Tessi posando con un vestido, comenzó a llover, y por problemas de luminosidad a causa de la lluvia decidió dejar de trabajar hasta que la luminosidad volviera a ser propicia, sumado al infortunio de que se luxó una muñeca por caer al suelo, debido a haberse resbalado mientras trasladaba unos lienzos de un lugar a otro. Para pasar el rato, Tessi se puso a tejer, y él fue a buscar algo para leer en la estantería donde guardaba sus libros, y mientras oteaba con la vista llamó su atención un libro en la repisa superior, ya que su tapa era de color amarillo. Se extrañó mucho por eso ya que conocía bastante bien todos sus ejemplares, y no recordaba poseer un libro de tapa amarilla, y como no tenía un banquillo a mano para subirse llamó a Tessi, y le pidió que se encaramara para ver cuál era. Y ella al hacerlo. Le dijo que su título era: “El Rey de Amarillo”.


¡Horror!, ¿Cómo pudo llegar a su estantería?, había escuchado hablar sobre ese libro, del cual se contaban historias extrañas como que leerlo conllevaba a la locura o la muerte. Sabía que estaba compuesto por dos partes, o secciones, y que la primera consistía en una advertencia de lo que te puede suceder si lees la segunda, debido a lo cual jamás se atrevió siquiera a ojear un ejemplar, sobre todo tras la tragedia que le sucedió a su amigo Castaigne. En definitiva, ese libro no debería estar ahí, y no había una explicación del cómo pudo llegar a aparecer en su casa, así que se alarmó diciéndole a Tessi que se bajara y dejara el libro ahí, pero Tessi ante su petición se llenó de curiosidad así que lo cogió y saltó y se fue corriendo con el libro para leerlo. Él la siguió para quitárselo, pero al recorrer el departamento, no la encontró, así que volvió a buscarla de modo más detenido y sistemático hasta que al fin la encontró acurrucada junto a una ventana, pálida, con la mirada perdida, y a su lado estaba El Rey de Amarillo abierto en la segunda parte. La recogió con suavidad y la condujo a un sillón, pero ella no reaccionaba porque estaba sumida en una especie de trance, y al poco de llegar al sillón le cerró sus ojos y su respiración se hizo profunda.


Ante esa situación, como si fueran Marco Antonio y Cleopatra, decidió beber del veneno al igual que su amada, así que comenzó a leer la segunda parte de El Rey de Amarillo para compartir el mismo destino de Tessi fuera cual fuese…



Cuando Tessi despertó, o salió del trance, hablaron sobre Hastur, sobre Cassilda, y sobre Carcosa, y convinieron en que el broche con el signo amarillo estaba ligado de algún modo con El Rey de Amarillo. Tessi le suplicó entonces que se deshiciera del broche, pero él se negó a hacerlo, y luego de algunas horas cuando cayó la brumosa noche se tomaron de las manos mirándose a los ojos, asumiendo que habían conocido la verdad y el gran secreto de El Rey de Amarillo, y estremeciéndose ante la inminente consecuencia que caería sobre ellos debido a aquello. Cuando de pronto escucharon que se acercaba un carruaje, y él, sintiéndose muy débil como si estuviera perdiendo su vitalidad, se arrastró hasta la ventana, y al ver que era el mismo carruaje fúnebre de su sueño el que estaba aparcado en la calle, se arrastró hasta la puerta para ponerle lleve, pero instantes después como si la cerradura se pudriera ante quien quería entrar, la puerta se abrió, y entre la penumbra ingresó una silueta que lo abrazó quitándole el broche con el signo amarillo, y luego fue donde Tessi quien emitió un grito, antes que su alma trascendiera a buscar cobijo en la providencia y la gloria de Dios.



Por el grito, llegaron los vecinos al departamento para ver qué pasaba, encontrando estos dos cadáveres y un agonizante inconsciente. Llamaron a un médico, y este al estabilizar al agonizante, lo desahució, pues no había nada que hacer por él ya que se estaba muriendo. Y así llegamos al presente de esta obra, ya que cuando llegó el cura para bendecirlo y confesarlo, él le pidió que por favor lo esperara un momento, y cogiendo una pluma comenzó a redactar todo lo que le sucedió en sus últimos días de vida. O sea, que toda esta obra la escribió el narrador estando agonizando junto a dos cadáveres, uno de ellos el de su amada Tessi, y el otro del sereno de la iglesia, ese hombre repugnante y desagradable a la vista quien ni él ni sus vecinos ni el médico saben de qué murió, ni tampoco el cómo ni cuándo entró al departamento. Y lo más curioso, es que el cadáver de Tessi estaba fresco como correspondía, pero el cadáver del sereno en cambio parecía llevar meses muerto por su avanzado estado de descomposición.


Y las últimas palabras que escribe el narrador con su último aliento de vida. Son: “Me muero, desearía poder confesarme con el cu…”




Resumen de Alberto Salgado.

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