La Cosa Maldita
Parte II
Ambrose Bierce
El juez se levantó y descubrió el cadáver de la sábana entonces, que estaba desnudo, y a la luz de la vela vieron los congregados que la piel del cadáver de Hugh Morgan tenÃa la piel amarillenta, y varios hematomas y contusiones en su pecho y costados como si lo hubieran golpeado con un garrote, y también horribles heridas en su piel desgarrada hecha jirones, además de la ausencia de su mano derecha y su brazo izquierdo.
Tras minutos de observación del cadáver, un miembro del jurado, un hombre alto de barba de unos sesenta años de edad, dijo que William Harker estaba loco, aludiendo con ironÃa a que por su condición de citadino no entendÃa los fenómenos del descampado, o, a que seguro se habÃa escapado de un manicomio por contar la descabellada historia que dijo, a lo cual, Harker, no contestó nada, además de para eludir una discusión, siendo consciente de su cordura y que su testimonio era fiel a lo sucedido. Y antes de retirarse, el joven citadino consultó si el libro que el juez tenÃa era el diario de Morgan, ante lo cual el juez dijo que sÃ, pero que sus anotaciones no ayudaban al caso ya que este apuntaba locuras más delirantes que su testimonio recién compartido. Luego tras salir Harker de la cabaña, los miembros del jurado deliberaron, y convinieron descartar el contenido del diario y el testimonio del citadino, firmando el veredicto de que el señor Hugh Morgan falleció atacado por un puma y cerrando de ese modo el caso.
El diario de Hugh Morgan menciona cosas interesantes, aunque la primera hoja no se puede leer bien debido a estar rota, la cual habla sobre su perro que se volvió loco, o al menos que estaba muy asustado corriendo y ladrando sin razón ni causa aparente.
Luego los apuntes del 2 de septiembre indican que mientras en la noche el señor Morgan miraba las estrellas, vio algo que no pudo identificar ni reconocer eclipsando el firmamento, como si algo estuviera descendiendo, y sea lo que sea la sustancia o materia que componÃa aquello, o lo conformaba, tapaba una porción de estrellas. Luego al diario le faltan algunas hojas, seguro arrancadas, y continúan los apuntes el 27 de septiembre, con comentarios de que todos los dÃas ha encontrado el señor Morgan pruebas de su existencia, “aludiendo a lo que vio descender el 2 de septiembre”, por lo cual no duerme bien y porta su escopeta cargada. Luego, el 3 de octubre, indica con resolución el señor Morgan que no se marchará de casa, que no huirá de su hogar pese a la amenaza que lo asecha.
En el apunte del 5 de octubre, dice el señor Morgan que retomará el contacto con William Harker para comprobar su estado de cordura, en un ejercicio comparativo ya que él no vive con su pesar. Y en el apunte del 7 de octubre, asegura haber encontrado la solución del misterio, aunque, no del problema.
Y el misterio en sus conclusiones presentadas, especulativas claro está, consisten en que… bueno, antes de definir lo indefinible, o acercarse a aquello, da ejemplos para allanar el camino, partiendo por los sonidos, pues el oÃdo humano imperfecto no puede detectar todas las frecuencias en las vibraciones de moléculas de aire, al contrario de, por ejemplo, aves y peces, quienes son capaces de operar en sincronÃa, seguro por sonidos de aviso imperceptibles para el oÃdo humano que ellos escuchan, y lo mismo sucede con, “dando un segundo ejemplo”, los colores, pues el ojo humano también es imperfecto y alcanza a percibir sólo una pequeña parte en la escala de colores.
Y tras lo anterior, termina su diario el señor Morgan, diciendo, que, esa, cosa… que esa cosa maldita, no es de este mundo, y se compone por colores que no podemos ver, y se compone también, de, algo más, que inentendible es para la comprensión humana, y además de inentendible, inimaginable.

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