Resumen de La Sonrisa del Ghoul
Parte I
Robert Bloch
El narrador está internado en el sanatorio, algo curioso, ya que es un psiquiatra, y en este manuscrito, pretende explicar el cómo pasó de atender gente a convertirse en un paciente.
Todo comenzó una mañana de agosto con la visita de un paciente, a quien no conocÃa ya que era su primera consulta con él. La profesión del paciente era la de pedagogo, su nombre Alexander Chaupin, y su aspecto, bastante peculiar. Era: Alto, pálido, delgado, de oscuras cejas abultadas, nariz prominente, y manos huesudas. Su acento era extranjero, y aproximadamente tenÃa 40 años de edad más o menos, y vestÃa ropas en exceso elegantes, aunque de talla mayor a su cuerpo, y botas con algo de barro. Le dijo al profesor Chaupin que su problema se debÃa a causa de un sueño, uno constante y repetitivo que le impedÃa vivir bien. Ante lo cual el narrador para ayudarlo le pidió que se lo relatara, para asà diagnosticarlo y recomendarle una terapia de superación del problema.
EL SUEÑO
El sueño del profesor Chaupin transcurrÃa en un cementerio que reconocÃa como el local, siempre era de noche, donde caminaba por un sendero rodeado de árboles del cual de repente se desviaba entrando en una cripta. Y una vez dentro, en hermética oscuridad, llegaba a un nicho, se arrodillaba, y presionaba una especie de palanca que provocaba la apertura de una entrada secreta, la cual conducÃa a una caverna donde pese a la oscuridad, podÃa ver. Y la caverna se extendÃa en unas escaleras de piedra descendentes donde hedÃa a salitre, y mientras descendÃa pasaba por otras cavernas y túneles que llevaban quién sabe dónde. Hasta que de repente podÃa verlos, a ellos, los habitantes de esos túneles y cavernas, que eran unas criaturas monstruosas, vampiros del submundo, ghoules, quienes vivÃan entre sus excrementos y los huesos de sus vÃctimas y adoraban con extraños rituales a dioses desconocidos para él. Sin embargo, ningún monstruo lo atacaba, y ni siquiera lo tomaban en cuenta como si no lo pudieran ver, o como si su presencia en aquel lugar no fuese anómala para ellos, y al final cuando llegaba a la caverna más profunda despertaba gritando de un sobresalto, pues esa última caverna era la más pelopuntica, la cual seguro serÃa capaz de lastimar y desestabilizar la cordura de un Dante Aliguieri. La experiencia, era demasiado vivida como para ser un simple sueño, pero al parecer asà lo era, ya que en las mañanas despertaba en su cama sólo recordando el cómo entraba en la caverna, pero no el cómo salÃa de allÃ.
Sorprendido por el detalle del sueño de su paciente, lo indujo el narrador a un dialogo literario para comprender en qué medida lo que leÃa podrÃa haber influenciado sus pesadillas y alucinaciones. Y en aquel ejercicio, al escuchar referencias al “De Vermis Mysteriis” de Ludwig Prinn y el “Necronomicón” de Abdul Alhazred, que eran libros insanos que habÃan sido escritos por personas con mentes desordenadas, le dio su diagnóstico, el cual consistió en que su problema era producto de sus inquietantes lecturas gestando estas alteraciones en su subconsciente, y a modo de terapia de superación en consecuencia lo convidó a un ejercicio práctico, el cual consistÃa en ir ambos al cementerio, buscar el camino rodeado de árboles, identificar la cripta, y demostrarle que estaba cerrada. Y en caso de estar abierta, demostrarle que no existÃa ningún pasaje secreto.
Y convinieron la exploración urbana en el cementerio para el dÃa siguiente de la consulta a las 22:00 horas, y el objetivo del narrador como es lógico no era comprobar, sino refutar el escabroso sueño que padecÃa su paciente…
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