Los Devoradores del Espacio
Parte II
Frank Belknap Long
Wells aseguró que no mentÃa, y para comprobar su relato se levantó la casquilla y enseñó… el agujero. Howard y el narrador quedaron estupefactos, pues imposible y sorprendentemente tenÃa en su frente… un agujero. Howard pidió disculpas, argumentando que la pasión con la cual lo increpó se debió a envidia por lo sorprendente que fue su historia. Luego examinaron, el agujero, en la frente de Wells, y fallaron que no era una herida, o al menos una herida como se entiende convencionalmente que estas son, ya que no habÃa sangre ni desgarros propios de lo que un arma blanca o una bala dejarÃa al impactar en la humanidad de una persona, pues era, simplemente, un agujero redondo en su frente. Momento en que Wells comenzó a gritar diciendo que el frÃo habÃa vuelto a su cabeza, comenzando a danzar por la habitación entre delirios agónicos suplicando que el frÃo se detuviera ya que era insoportable, agregando que sentÃa como si se le estuviera congelando el cerebro, y luego se fue corriendo de la casa desesperado.
Ellos decidieron no seguirlo y esperar hasta la mañana para ver la evolución de su estado, pero instantes después desde lejos de la cabaña comenzaron a escuchar gemidos intensos y alaridos de dolor, ante los cuales se preguntaron si serÃan de Wells, asà que decidieron salir a ver qué pasaba. La niebla era sorprendente pues parecÃa estar viva, y constataron que los gritos provenÃan desde el bosque, ante lo cual dudaron en si acercarse serÃa una buena idea, sobre todo cuando los gritos se intensificaron, ya que el lamento parecÃa causado porque algo estaba castigando al que gritaba, asumiendo entonces que de acercarse el tormento podrÃa extenderse a ellos. Pero al final decidieron por un asunto de deber hacia la humanidad, y en consecuencia a los valores que definen a un buen ciudadano, penetrar en el bosque, aunque vacilantes. Al hacerlo los gritos cesaron de pronto, y al poco encontraron el cuerpo de Wells tendido en el suelo entre los árboles, y al comprobar su estado vieron que estaba vivo. Lo levantaron, se lo llevaron a cuestas, y al salir del bosque comenzaron a escuchar un zumbido a sus espaldas, y como aquel zumbido no se parecÃa a nada conocido decidieron acelerar el paso para escapar, ya que el emisor de ese sonido no debÃa ser nada agradable.
En ese momento Wells salió de su letargo, y les dijo que al irse de la cabaña caminando entre el bosque, algo de patas largas y serpenteantes aterrizó sobre sus hombros aprisionándolo, y que él cayó al suelo en un intento de zafarse de aquello que lo apresó, y sintió entonces como si algo helado entrara en su cabeza por el agujero hasta su cerebro, algo frÃo como el hielo y que emitÃa un zumbido como el de un moscardón.
Se soltaron en ese momento, “iban abrazados”, cuando el zumbido se volvió a intensificar. Y al unÃsono gritaron: “¡Corramos!” Y comenzaron a correr desesperados. Él y Howard se encontraron más allá cerca de la cabaña, pero Wells no estaba a la vista ni tampoco se escuchaba su andar, ante lo cual decidieron salvar sus vidas en lugar de arriesgarlas volviendo atrás ya que el zumbido no cesaba, asà que a tientas en medio de esa horrida niebla caminaron hacia la casa. Al entrar, vieron que habÃa huellas húmedas desde la puerta hacia la cocina. Él se sentó a descansar un momento para recobrar el aliento, y Howard decidió ir a investigar, y al poco se estremeció al escuchar un gruñido proveniente desde la cocina seguido por un grito, cuando de pronto apareció Howard sangrando, diciéndole que era Wells quien inexplicablemente llegó primero que ellos a la cabaña, y que se habÃa vuelto loco, que caminaba en cuatro patas, y lo habÃa atacado como una bestia mordiéndolo… “¿Y qué hiciste?” Preguntó… “¡Lo golpeé!” Contestó Howard. Tendiéndose en un sillón, y diciéndole que fuera a atarlo antes que despertara ya que seguro volverÃa a atacar. El narrador entonces le hizo caso amarrando a Wells en la cocina, quien habÃa sido abatido por Howard con un fuerte golpe en su cabeza con un utensilio, y luego llamó a un doctor.
Poco tiempo después se apersonó en la casa el doctor Smith, quien tras examinar la mordedura de Howard falló que no era nada grave y sólo superficial, y luego al revisar a Wells quien estaba tendido en ese momento en la mesa del comedor y atado, falló que su estado era grave y habÃa que operarlo de inmediato al ver que sus pupilas no respondÃan a la luz, y además no ser capaz de comprender qué clase de herida era ese agujero que tenÃa en su cabeza. Howard permaneció en el sillón aletargado por un sedante, y el narrador se convirtió en un ayudante improvisado del doctor en la operación sosteniendo una lámpara para iluminar la cabeza de Wells. El doctor aplicó anestesia, y comenzó a manipular un bisturà abriéndole la cabeza para comprender bien la naturaleza de… el agujero. Mientras que al narrador le temblaban las manos sosteniendo la lámpara, ya que la impresión de ver cómo el doctor le abrÃa la cabeza a Wells fue algo demasiado impactante, y luego de algunas acciones que no entendió bien en qué consistÃan, el doctor comenzó a cocer, informándole al terminar que Wells morirÃa de un momento a otro, y tomando su sobrero, abrigo, y maletÃn, se dirigió hacia la puerta diciéndole que serÃa bueno que ellos también se fueran, y salió de la casa con estrepito como en un esfuerzo por escapar de allÃ.
Y la razón del comportamiento del doctor Smith, se debió a que mientras operaba, el narrador le contó todo lo sucedido, desde el modo en que Wells dijo que se hizo ese agujero, hasta lo que les sucedió a ellos cuando lo fueron a buscar al bosque por sus gritos, y también el cómo atacó a Howard en la cocina. Y sucedió que mientras el doctor escuchaba esa increÃble historia, se topó con algo imposible biológicamente hablando en la cabeza de Wells, algo incomprensible desde un punto de vista médico, por lo cual el consejo final del doctor al abandonar la cabaña, fue debido a asumir que aquello que le hizo eso a Wells en su cabeza, pronto llegarÃa a esa cabaña a buscarlo y castigarÃa a quienes ahà estuvieran, por lo cual serÃa mejor no estar en esa cabaña cuando aquello que emite zumbidos extraños y hace agujeros en las cabezas, llegara…

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