Resumen de El Homúnculo
Parte I
Robert Bloch
Las personas no conocen todo el mundo, cada cierto tiempo se descubren cosas nuevas, y hay quienes conocen cosas que el resto del mundo ni siquiera imagina. Hay viajeros que no han regresado de insólitas expediciones, y otros lo han hecho con descabelladas historias sobre serpientes marinas, enanos, gigantes, horrores médicos, rituales horrendos, cambia pieles, necrófagos, y ghoules. Sean verdades, sueños, o desvaríos de mentes muy imaginativas… nos demuestran aquellas historias, que el mundo es más grande de lo que creemos.
Escribe esto el narrador por concejo del doctor Pierce, quien le aconsejó hacerlo para calmarse y despejar su mente, debido al impacto que le produjo ver lo que asegura haber visto. Él, profesor de escuela, no es un explorador ni un aventurero, y se topó con lo desconocido sin pretenderlo. Le sucedió cuando fue de vacaciones a BridgeTown, un pequeño y rustico pueblo rodeado por bosques a orillas del Lago Kane, lugar de escasa tecnología salvo por algunos vehículos y tractores y uno que otro teléfono… un verdadero santuario urbano de la naturaleza.
Se hospedó en un modesto hotel de tres pisos, y en su primera visita al pueblo se encontró con Simon Maglore, quien alto y delgado, llamaba la atención por su espalda inclinada, de forma literal, como por una especie de joroba. Maglore era un hombre culto en el arte de la literatura, era poeta y ensayista, pero pese a su gran cultura no era de muchos amigos, ya que su principal afición no era popular entre el común de las personas, la cual se inclinaba por asuntos relacionados con esoterismo y brujería. Se habían conocido ellos en la escuela, y entonces ya presentaba un abultamiento en su espalda, aunque mínima, la cual no llamaba mucho la atención, en cambio en ese momento el, abultamiento, resultaba inquietante por su gran tamaño. Desde cuando se conocieron se hicieron amigos, ya que el interés por lo oculto de Maglore lo tenía desde adolescente, y el narrador, aunque de un modo más sobrio y redactado, también compartía dicho interés. Y pese a ser profesor y alumno, sintió de siempre una gran admiración por él debido a sus habilidades, aunque macabras, de escritor. Pero en 1933 tras la muerte de su padre, Maglore abandonó el internado, y no volvió a saber de él hasta ese día, cuando de modo casual se lo topó en las calles de BridgeTown. Se veía envejecido Maglore más de lo normal, y con manos temblorosas, sonrisa sin vida, y voz profunda, poco quedaba del joven que recordaba del colegio.
Le dijo Maglore que vivía ahí, que trabajaba de lleno en sus libros, y que precisamente ese día estaba ocupado, pero que lo visitara otro día, dándole su dirección al despedirse, dejando al narrador sorprendido, no sólo por haberse topado inesperadamente y de improvisto con él, sino debido a lo mucho que había cambiado, y sobre todo por el cómo le había crecido su… joroba.
Decidió volver al hotel a consultar con el dueño referencias sobre Simon, y se enteró de ese modo que la familia Maglore tenía una muy mala reputación en BridgeTown, ya que se rumoreaba que su buena fortuna económica se debía a brujería. Y también, su mala fama, se debía a que todos los Maglore poseían deformidades físicas, por ejemplo Simon y su joroba desagradable a la vista. Y vivían recluidos, no asistían a la iglesia, y cuando desaparecían animales o personas, en la taberna local se murmuraban historias macabras que comenzaban y terminaban con el apellido Maglore. Y pese a que no había pruebas como para atribuirles algún crimen, esas leyendas cumplieron el rol de darles una mala fama, que iba desde rumores de brujería hasta endogamia entre otras cosas peores.
Respecto a Simon, le contó el dueño del hotel que fue criado por su padre y su tío, quienes a los siete años lo enviaron a un internado, y que cuando tenía doce años murió su tío al parecer producto de una hemorragia cerebral, y que su padre Jeffrey Maglore falleció dos años después. Fue encontrado el señor Jeffrey con sus ojos abiertos y la mirada perdida, sentado en su sillón, sosteniendo un pesado libro de tapa de hierro con extraños caracteres en la cubierta, debido al hedor que motivó a los vecinos a forzar la puerta, ya que llevaba casi dos semanas muerto cuando lo encontraron, algo factible de suceder cuando vives solo y no sueles tener visitas. Al poco de su muerte volvió Simon del internado, quien al igual que su padre comenzó a vivir solo y sin criados, tan sólo salía a comprar, por lo general carne y pescado al mercado, y a la farmacia sedante en grandes cantidades. Y pese a su pronunciada joroba, nunca iba al médico, y como si lo anterior no fuera motivo suficiente como para inquietar a los vecinos de BridgeTown, lo que más alarmaba a la comunidad, era que parecía estar envejeciendo demasiado rápido. Y además, que al tiempo de su llegada comenzó a pasear por las afueras del pueblo preguntándole cosas extrañas a quienes se topaba, como por ejemplo si sabían algo acerca de cultos locales o rituales en el bosque, o si habían oído hablar o leído sobre Nyarlathotep o Shub-Niggurath, o sobre el culto de los ghoules, o sobre Yig el padre de las serpientes, o si sabían algo acerca de desapariciones inexplicables de ganado…
A causa de lo descabellado que eran las cosas que Simon solía consultar, se comenzó a intensificar su mala fama, y es más, el joven Simon se estaba ganando su propia mala reputación superando a la de sus antepasados considerados todos unos brujos. Y su mala fama se convirtió en temor, cuando un granjero de apellido Thatcherton dio su testimonio. Pues dijo Thatcherton que cuando Maglore le comenzó a hacer sus típicas preguntas extrañas y sin sentido, su joroba se comenzó a mover, como si no fuera una joroba, sino como si hubiera algo bajo sus ropas moviéndose. Dicho infortunio hizo a Maglore salir arrancando, y desde entonces dejó de salir a hacer preguntas, y entre la comunidad de BridgeTown nació el común consenso de no querer contestarlas…

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