Resumen de El Grabado en la Casa de Howard Phillips Lovecraft

Resumen de El Grabado en la Casa

Howard Phillips Lovecraft


Una tarde lluviosa en noviembre de 1896, el narrador se dirigía a Arkham en bicicleta por un atajo, que era un viejo camino abandonado el cual desde hace años nadie solía transitar. De pronto el clima empeoró, por lo cual decidió guarecerse de la lluvia en la única casa que vio en aquel camino. La casa era de madera y de construcción antigua, y estaba rodeada de maleza, situación que lo hizo sospechar que estaba abandonada, mal que mal por esos lugares no vivía nadie. Al golpear, nadie contestó, asumiendo entonces que efectivamente era una casa abandonada, aunque debido a que los vidrios de las ventanas estaban enteros, sospechó que tal vez no. Pero después de un momento tras volver a golpear la puerta, decidió intentar entrar girando el picaporte, y para su fortuna, la puerta se abrió.


Dentro… había un hedor desagradable en la casa, y vio que estaba en una estancia con una puerta a la izquierda y otra a la derecha, y al fondo había otra puerta que de seguro daba a un sótano y una escalera a su lado que subía a un segundo piso. Decidió entrar a explorar por la puerta de la izquierda dejando su bicicleta en la estancia, y esa puerta lo llevó a una sala poco iluminada por el polvo en las ventanas, con una chimenea, una mesa, unas sillas, y algunos libros y antigüedades. Pero entre todo lo que vio, llamó su atención un libro que estaba en la mesa, el cual daba la impresión de haber estado siendo leído recientemente. El libro estaba revestido en cuero y metal, y al comenzar a examinarlo se percató que estaba escrito en latín, y él, pese a no ser un experto en traducción, debido a que podía entender aquel idioma, se enteró al comenzar a ojearlo que fue impreso Frankfurt, Alemania, en 1598, y que era un manual ilustrado para exploradores sobre el Congo. Y lo que más llamó su atención del libro, fueron las láminas que ilustraban a una raza de seres extraños que parecían simios pero de pelo blancuzco y comportamiento humano, y su sorpresa se transformó en horror al llegar a la ilustración N° 12, la cual mostraba algo similar a un carnicero faenando, y su espanto se debió a que en la ilustración se veía que el faenado y el faenador pertenecían a la misma especie, y no había morbo ni ensañamiento, sino que se trataba de un tradicional trabajo de carnicería… canibalismo puro.


Su espanto ante esa lámina lo hizo devolver el libro a la mesa, y en ese momento escuchó pasos. El miedo lo inundó, pues creía que estaba solo en esa casa, pero ahora sentía que alguien venía bajando la escalera. Y de repente… un silencio. Pensó entonces que a lo mejor quien bajó la escalera estaba examinando su bicicleta, y un momento después la puerta se comenzó a abrir y entró un hombre imponente de contextura fuerte, 1,90 de estatura, frondosa barba blanca, ojos azules, vestido con ropas andrajosas, y de aspecto desaliñado que hacía sospechar suciedad corporal.


Al ingresar el anciano lo invitó a sentarse, donde después de presentarse mutuamente comenzaron a charlar. El anciano supuso correctamente que entró en su casa para guarecerse de la lluvia, y cuando el narrador se sintió seguro de que el anciano no era peligroso, le preguntó por el libro. Le contestó el anciano que se lo cambió a un marino hace años atrás, al capitán Ebenezer Holt a fines de la década del 70’. Y comenzó a ojearlo, mientras comentaba que no lo podía leer ya que no sabía latín, y lo adquirió debido a que le gustaban las ilustraciones. Cuando al llegar a la lámina N° 12, se produjo un tenso silencio, quedando el anciano excitado y el narrador horrorizado. Rompió el silencio el anciano comenzando a comentar detalles sobre la ilustración, diciendo que los seres parecían medio simios y medio humanos, y que le encantaba ver el detalle de la mutilación de piernas y brazos, los cuales una vez cortados eran colgados por el carnicero en ganchos, suponiendo con motivo de descuerarlos posteriormente para faenarlos bien.


Prosiguió el anciano comentando con obsesión, y ahora con una mirada perversa y voz oscura, que tenía entendido que el canibalismo prolonga la vida, agregando también que se sentía obsesionado por esa lámina N° 12. Y agregó, que nunca tuvo problemas en matar animales como buen hombre del campo, pero al adquirir ese libro hacerlo dejó de ser un trabajo para él, debido a que gracias al grabado de la lámina N° 12 comenzó a sentir un placer morboso por faenar, situación que lo llevó a iniciar una tradición, la cual consistía en que antes de comenzar el faenamiento de una oveja por ejemplo, primero miraba esa lámina para inspirarse.


En ese momento el viejo dejó el libro en la mesa, instante en que comenzó a caer un goteo desde el techo justo sobre el libro. El narrador vio que el goteo era extraño pues no parecía agua ya que era de color rojizo, y al mirar al techo vio que era sangre, haciéndolo suponer que en el segundo piso debía haber el cadáver de algo. O sea, que seguro el anciano estuvo mirando el libro, luego subió a mutilar, algo, y bajó al escuchar su ingreso en la casa.



Este relato se interrumpe de forma abrupta en ese momento, antes que sucediera algo como por ejemplo que el anciano le contara lo que estaba mutilando en el segundo piso, o que se declarase como un caníbal y lo atacara. Pues el relato se interrumpe cuando la lluvia se transformó en tormenta y un rayo impactó en la casa haciéndola arder, ya que el narrador aprovechó esa circunstancia para tomar su bicicleta y escapar, y nunca volvió a ese lugar ni a saber del viejo.




Resumen de Alberto Salgado.

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